Artículo de opinión de Alek Boyd publicado en El Pais | El deplorable estado en el que se encuentra la prensa en Venezuela no puede sorprender a nadie. Ya lo decía Andrés Izarra, uno de los multiministros chavistas, poco después de la suspensión de la licencia y robo de equipos a Radio Caracas Televisión (RCTV): “La hegemonía comunicacional yo la lancé como una reflexión en el marco de la construcción del socialismo y lo dije en el sentido gramsciano. Gramsci no habla de hegemonía como lo están haciendo estos intelectuales de derecha, que lo quieren hacer ver como una imposición, como una dictadura, como una coacción sobre la pluridad, sobre la libertad de disentir, en lo absoluto.”
Es evidente que Izarra ha debido leer una versión edulcorada de la propuesta ideológica de Antonio Gramsci. Lo cierto es que en Venezuela, la hegemonía que existía y que mantenía el capitalismo delstatus quo -según el concepto gramsciano- ha sido suplantada por otra. Un simple enroque. Donde había una pluralidad representada por unos cuantos canales de televisión y periódicos, que en los 40 años previos al arribo del golpista Hugo Chávez al poder criticaban a tirios y troyanos, ahora hay una cuasi hegemonía comunicacional que ha ido apagando una a una las voces críticas. Pongamos ejemplos:
- RCTV era el canal de TV con mayor audiencia en Venezuela, su licencia fue revocada en el 2007, y sus equipos robados por el estado venezolano -sin haber pagado hasta el día de hoy la debida compensación. RCTV fue relanzado como TVes y su audiencia desapareció;
- Venevisión, tradicionalmente el rival de RCTV, ha erradicado la crítica de su programación desde que en aquella reunión no tan secreta de Jimmy Carter con su dueño (Gustavo Cisneros) y con Hugo Chávez en 2004 se obró el milagro de hacer desaparecer a esa planta del horizonte de blancos mediáticos del chavismo;
- Globovisión era el único canal de noticias 24 horas en Venezuela, sus directivos fueron objeto de todo tipo de asedios legales y ataques, hasta que la situación se tornó tan insostenible que decidieron vender a un “grupo de empresarios” (liderados por Raul Gorrín) que se han hecho de oro con el chavismo;
- Cadena Capriles, cuyos periódicos Últimas Noticias y El Mundoson, y con mucho, los de mayor tirada en Venezuela, adquirido recientemente por el banquero Víctor Vargas, quien se comenta habría operado como testaferro del gobernador chavista Tareck El Aissami;
- El Nacional, uno de dos periódicos (junto a El Universal) considerado como decanos de la prensa en Venezuela, controlado por la exasistente del radical chavista Juan Barreto (Antonieta Jurado) y entre cuyos accionistas mayoritarios se encontraría Danilo Díaz Granados, uno de los operadores financieros predilectos del chavismo.
Tenemos entonces que los medios impresos y de televisión de mayor audiencia en Venezuela han sido o silenciados, o sobornados, o comprados por el régimen o sus testaferros. Habida cuenta del primitivismo que caracteriza la ideología chavista, tenemos que uno de los argumentos favoritos es aquel que mantiene que “los medios están en manos de la oposición”, o aquel otro que propugna que la “revolución bolivariana es víctima de una guerra mediática en su contra”.
El líder de la oposición, Henrique Capriles Radonsky, se ha visto en la necesidad de lanzar un nuevo medio virtual (Capriles.tv) cuyos valores de producción revelan la precariedad de su presupuesto. Este emprendimiento es producto de la disminución del número de medios independientes dispuestos a darle tribuna a sus opiniones. Así de plural es la arena mediática actual en Venezuela.
Mientras el régimen cuenta con una cantidad innumerable de radios comunitarias, canales de televisión nacionales e internacionales, medios impresos, oficinas y agentes de propaganda, sitios web, etcétera, los medios independientes que tradicionalmente proveían una perspectiva alternativa a la linea oficial están ahora en manos de los leguleyos del chavismo. Es decir, salvo algunas excepciones a nivel regional, los medios de importancia en Venezuela han sido subyugados. Aun cuando las voces disidentes aún presentes en dichos medios no han sido del todo apagadas, en los medios creados por el chavismo -la hegemonía comunicacional de Izarra- no existe la pluralidad, no existe la critica, no existe el cuestionamiento, no existe el derecho a réplica, es decir, en el proceso de contrarrestar a la prensa “enemiga” el chavismo abandonó toda pretensión de objetividad, y presenta una irrealidad tal que ni siquiera sus propios partidarios sintonizan para recibir el dogma.
La hegemonía comunicacional de Izarra no busca, ni pretende, informar. Es proselitismo puro, estilo Gramsci, que solo busca suplantar valores arraigados en la sociedad venezolana por aquellos del “socialismo del siglo XXI”, algo que ni siquiera el mismísimo Hugo Chávez logró conceptualizar.